Mientras que en el país la especulación con el futuro de las semillas transgénicas crece entre aliados y contradictores, académicos expresan su preocupación porque “el campo está varado, la población aumenta y las cifras de hambre ascienden”.
Así lo manifiesta el profesor Carlos Iván Cardozo, de la
Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Nacional de Colombia
(UNAL) Sede Palmira, al lamentar que desde hace tres décadas en el país solo se
siembran 5 millones de hectáreas –de unas 20 millones adicionales– que se
podrían cultivar, y paradójicamente el crecimiento demográfico ha incrementado.
Según cifras del DANE, la población colombiana actual es
cercana a los 50 millones de habitantes, y la Organización de las Naciones
Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) señala que 7,3 millones
tienen en riesgo su seguridad alimentaria durante 2022.
En la actualidad cursa en el Congreso de la República el
proyecto de Acto Legislativo 04, que buscan modificar el artículo 81 de la
Constitución e incorporar la prohibición del ingreso, la producción,
comercialización y exportación de semillas genéticamente modificadas, conocidas
como transgénicas.
Sin embargo, el uso de estas se ha extendido por el mundo
para responder a los efectos del cambio climático, el hambre y la seguridad
alimentaria, ya que registran un mejor comportamiento frente al clima, las
plagas y enfermedades.
El ente encargado de aprobar en Colombia el permiso para los
cultivos transgénicos importados y exportados es un comité en el que participan
los Ministerios de Salud, Ambiente y Ciencia, además del Instituto Colombiano
Agropecuario (ICA). El trámite puede durar hasta tres años.
Para el profesor Cardozo, “una eventual prohibición del uso
de transgénicos no es el camino; el camino es la regulación, y en Colombia
tenemos el personal científico, centros nacionales e internacionales, y algunas
universidades cuentan con la capacidad técnica para hacerlo bien”.
Modificación genética, ¿sinónimo de transgénicos?
La modificación genética no nació con la transgénesis ni es
su sinónimo; se trata de un método tradicional que cruza variedades y que se ha
hecho desde que el hombre empezó a domesticar las especies hace más de 10.000
años.
“Se puede hacer por métodos tradicionales de
fitomejoramiento entre materiales de la misma especie o parientes cercanos
compatibles”, indica el académico.
Por su parte, la transgénesis se originó en la década de
1980 como producto de un avance científico en biología molecular que buscaba
atender la problemática del crecimiento de la población humana en la tierra y
hacer aportes para mejorar la cantidad y calidad de los alimentos.
“Con la transgénesis se aísla el gen que gobierna el
carácter deseable y se introduce al material por técnicas de laboratorio; la
especie fuente del gen puede ser de la misma o de diferente especie”.
Un mejoramiento o cruzamiento tradicional puede durar entre
8 y 10 años, mientras con la transgénesis el proceso es más corto.
Frente a la especulación, el profesor Cardozo aclara que
cuando una persona consume una tajada de tomate o banano está comiendo genes:
“los genes están en las células de todos los alimentos que comemos”, y
aprovecha para aclarar que “sembrar una semilla no es lo mismo que sembrar un
grano”.
Semilla, vehículo para transportar calidad
En Colombia hay más importación de semillas que producción
nacional, asunto en el que trabajan los gremios con grandes, medianos y
pequeños productores, quienes proponen sembrar 400.000 hectáreas de maíz y
sustituir buena parte de la importación con semillas que garanticen el
rendimiento y la economía campesina familiar.
Según Leonardo Ariza Ramírez, gerente general de la
Asociación Colombiana de Semillas y Biotecnología (Acosemillas), “el país
consume en promedio 7 millones de toneladas de maíz al año, de las cuales la
producción nacional aporta un 1,5 millones”.
Para el directivo, egresado de la UNAL, “el país requiere
que se invierta no solo en investigación en semillas, sino también en la
logística que se requiere para su secamiento, almacenamiento y transporte que
permita sacar la producción del país”.
Sobre las semillas seleccionadas y certificadas como es el
arroz, el maíz, la cebada y la soya, el gerente de Acosemillas señala que estas
no riñen con las semillas criollas.
“Aunque hoy existe buena variedad de semillas nativas, estas
son reguladas por las autoridades en factores sanitarios, mas no por aspectos
de calidad”.
A propósito de la importancia de la calidad en las semillas,
el próximo 3 y 4 de noviembre se realizará el Congreso Nacional
de Semillas en la UNAL Sede Palmira.
El evento espera reunir a más de 300 asistentes nacionales e
internacionales de la academia, la investigación, la producción, la
comercialización, la transformación y el consumidor final, quienes accederán a
la agenda académica y a la muestra comercial de productos y servicios
especializados del sector agropecuario.
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