Los estudiantes usan los balones con los que juegan en los descansos para entender lo que es la paralaje, término que se refiere al cálculo de la distancia entre un observador y un astro. Este es un ejemplo de la iniciativa liderada por Julián Esteban Ramírez, magíster en Enseñanza de las Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), que busca facilitar la comprensión de la trigonometría con el uso de nociones de la astronomía, y de manera didáctica.
Por mucho tiempo el modelo de enseñanza de las matemáticas
en los colegios ha sido el de memorizar conceptos sin tener en cuenta procesos
como la argumentación de estos, que es básica para entenderlos. Normalmente a
los estudiantes se les dificulta aprender la trigonometría, por ejemplo, rama
de las matemáticas cuyo nombre significa “la medición de los triángulos” porque
se encarga de estudiar las relaciones que existen entre los tres lados de estas
figuras y sus ángulos.
En Colombia, la integración al aula de esta asignatura se da
desde el grado décimo, pues se cree que en ese momento los estudiantes ya
cuentan con un nivel de entendimiento suficiente para asimilarla. Sin embargo,
a la hora de resolver preguntas como “¿qué es un ángulo?", ellos
dan definiciones enciclopédicas memorizadas: “figura geométrica formada en una
superficie por dos líneas que parten de un mismo punto”, pero no pueden
explicarla porque no la ven cercana en su vida cotidiana.
Esta realidad llamó la atención del magíster Ramírez, quien
con la ayuda del profesor Benjamín Calvo, de la Facultad de Ciencias, planteó
la posibilidad de usar un concepto atractivo de la astronomía para que
alrededor de 70 estudiantes de grado noveno del Instituto Educativo Distrital
(IED) de Santa Lucía Cafam, en la localidad Rafael Uribe Uribe de Bogotá,
dimensionaran un poco más lo que es la trigonometría a través del paralaje,
“término que hace referencia al cálculo de la distancia entre un observador y
un astro –por ejemplo una estrella–, proceso que fue uno de los primeros
acercamientos al entendimiento de las distancias estelares, hace cientos de
años”, asegura el magíster.
De la geometría a la astronomía
Según el investigador, para llegar al concepto de paralaje
se tuvieron distintas etapas con los estudiantes. Primero se les hizo un
barrido histórico por lo que ha sido la geometría desde los griegos, pasando
por los egipcios hasta llegar a Euclides, cuyo paradigma fundamenta la
geometría euclidiana o plana, que estudia las formas en dos dimensiones y sus
ángulos.
“Luego se pasó a darles un panorama de lo que es el teorema
de Pitágoras, explicándoles la composición de los triángulos y la forma en que
sus aperturas determina la longitud de sus lados. Es importante recalcar que
durante cada etapa se iba haciendo un diagnóstico a cada estudiante para
determinar lo que infería o no del tema”, afirma.
Es aquí donde aparece la astronomía, ya que, para entender
lo que es el paralaje, los estudiantes pusieron un balón a una distancia
determinada de sí mismos, y otros dos a una distancia que formara un triángulo
con el primero, y lo iban corriendo cada vez más y más. Este proceso les hacía
reflexionar acerca de la diferencia que existe entre la distancia del
observador y un punto específico, que varía según el ángulo y la posición.
Al acercarlos a esta actividad podían darse una idea de lo
que sería el proceso si en vez de balones estos fueran estrellas, ya que las
más cercanas a nuestro sistema solar son Alfa Centauri A y Alfa Centauri B, las
cuales están aproximadamente a 4,3 años luz de la Tierra.
“Al final del curso ellos debían entregar un informe con todas
las actividades realizadas durante cerca de 7 meses, tanto de manera virtual
–con el software online de geometría, GeoGebra– como
presencial con las mediciones del terreno y de las esferas ‘estelares’. Esto
les permitía ver que había una transición y mejora desde las evaluaciones del
inicio para reconocer qué tanto sabían, y sus reflexiones finales sobre
conceptos propios de la trigonometría, como el triángulo o el ángulo”, señala
el magíster Ramírez.
Añade que “es satisfactorio preguntarles ahora que están en
décimo grado acerca de sus calificaciones y ejercicios de trigonometría, y que
respondan que la preparación les ayudó, mostrando en sus cuadernos los
resultados de todo el entrenamiento, y dicen hubiera sido peor sin esta
práctica”.
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