Bóvidos (parientes de las vacas), proboscídeos (grupos de elefantes) y caballos autóctonos de Sudamérica que forman parte de esta colección fueron caracterizados por un equipo de expertos en desarrollo de una expedición para conocer el pasado fósil del Valle del Cauca.
Los resultados se presentaron en el Primer Congreso
Colombiano de Paleontología, organizado por el Museo Paleontológico de Villa de
Leyva de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Bogotá.
El biólogo Juan Sebastián Escobar Flórez, profesor de la
Universidad Icesi y estudiante de la Maestría en Biodiversidad Tropical de la
Universidad Federal del Estado de Río de Janeiro (UniRío), habló del importante
trabajo paleontológico del que formó parte.
Esta investigación se enfocó en la última porción del tiempo
geológico: el Cuaternario, que abarca desde hace 2,6 millones de años hasta la
actualidad y se caracteriza por ser el periodo en el que ocurrieron ciclos
glaciales (el planeta se congelaba y descongelaba constantemente).
Con este tiempo definido, el trabajo se dividió en dos partes: en la primera se hizo una revisión y caracterización de una colección previamente conocida gracias a Carlos Jaramillo, uno de los paleontólogos más importantes de Colombia. En la segunda se hizo una expedición en los sitios de origen de la colección para buscar más piezas, la cual fue apoyada por la National Geographic Society.
Un viaje de 4.000 años
Dentro de la colección revisada se encontró que las piezas
más abundantes pertenecen a un bóvido, lo que generó gran expectativa pues este
hallazgo es bastante raro. Después de una revisión detallada se encontró que
ese bóvido es un tipo de ganado vacuno del que actualmente se conoce, pero del
1.600 aproximadamente, cuando ingresó a Colombia traído por los españoles.
Posteriormente se encontró un grupo de caballos autóctono de
Sudamérica: el Equus neogeus, una especie muy distinta a la que se
conoce hoy y que se extinguió hace más o menos 4.000 años –por influencia del
hombre, cambios climáticos y otros factores–, como los otros mamíferos que
forman parte de esta colección.
También hay un proboscídeo: el Notiomastodon
platensis, un grupo de elefantes que vivió en Sudamérica, muy famoso, y que
la gente suele llamar coloquialmente como mastodontes. También hay un perezoso
gigante llamado Eremotherium laurillardi.
Por último, entre los nuevos hallazgos se encontraron
venados; tayasuidos, que son el grupo al que pertenecen los tatabros y los
pecarís (cerdos salvajes); unos zorros; una zarigüeya (chucha) y un carnívoro,
los cuales están a la espera de que se identifique su especie.
La mayoría de estas especies se originaron en Norteamérica y
llegaron a Sudamérica durante un proceso conocido como el Gran Intercambio
Biótico Americano (GABI). Tener estos fósiles permite entender mucho mejor cómo
llegaron, se establecieron y prosperaron estos grupos en una zona tan diferente
a Norteamérica.
Además, este tipo de estudios paleontológicos también da
unas ideas de cómo ha cambiado el Valle del Cauca en menos de 5.000 años,
porque estos organismos estaban adaptados a zonas abiertas y de sabana,
ecosistemas que hoy no tiene el departamento.
En palabras del biólogo Escobar, “es un hallazgo importante
para el entendimiento paleoambiental del Valle del Cauca en la última
glaciación”.
Historia escondida en el fondo del río
Este estudio fue un trabajo en equipo que se llevó a cabo
con la colaboración de expertos de diferentes lugares, como Gheny Krigsfield,
odontólogo e investigador asociado a la Universidad Icesi y el paleontólogo
Jorge Moreno Bernal –de la Universidad del Norte–, quien realizó la revisión
del estado del material (marcar y catalogar piezas).
Después se hizo una revisión taxonómica para determinar a
qué grupos de especies pertenecían las piezas revisadas, trabajo adelantado por
dos paleontólogos expertos en megafauna del Cuaternario: Leonardo dos Santos
Ávila y Dimila Mothe, investigadores de UniRío. El biólogo Escobar apoyó tanto
la catalogación como la revisión taxonómica.
El trabajo de campo para explorar nuevo material se realizó
en el lecho (parte profunda) del río Cauca, en Yumbo y cerca al peaje que va de
este municipio hacia Rosas (Cauca).
Allí los investigadores se sirvieron de la maquinaria que
usan los habitantes de las dos localidades, con la cual normalmente sacan arena
del río para construir. Mientras ellos dragaban el río, los expertos esperaban
para observar si salía alguna pieza paleontológica.
Este proyecto buscó explotar y destacar el potencial
paleontológico que tiene el Valle del Cauca, pues en el departamento se trabaja
muy poco en este campo.
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