Avances como fibra óptica que lleva la información más rápido, computadores que procesan velozmente los datos, cámaras con una nitidez incomparable y muchos más llegan con la cuántica, pero en especial con los cristales fotónicos, diminutos materiales que juegan con la luz como quieren y con los que un físico de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) descubrió la forma en que, dentro de ellos, átomos de elementos como silicio o germanio potencien la tecnología como nunca antes.
Los cristales fotónicos –que miden milmillonésimas partes de
un metro– están presentes en la naturaleza, entre los ejemplos más comunes
están el ópalo y las alas de algunos escarabajos o mariposas. El ópalo es una
sustancia similar a los minerales que también conforma rocas de colores
iridiscentes, o sea que cambian según el ángulo. Por su parte estos insectos
tienen tonos luminosos y variables cuando se mueven con el viento.
También se fabrican en los laboratorios más especializados,
pues dentro de sus propiedades guardan algo llamado “periodicidad”, y quizá le
suene como algo que se repite o tiene intervalos definidos, y sí, básicamente
es eso, en su estructura tienen una serie de orificios con distancias iguales,
que son la base para que puedan “jugar” con la luz.
Para entender este proceso, tal vez valdría la pena
devolverse un poco, a inicios del siglo XX, cuando recién se estaban estudiando
las capacidades de algunos materiales para conducir la electricidad, y por ende
los electrones, que son la materia prima de la electricidad; de ahí nació la
electrónica, rama de la física aplicada gracias a la cual usted puede estar
leyendo esta nota en su celular o computador.
No obstante, alrededor de 1987 los científicos se
preguntaron si se podía hacer lo mismo con los fotones, que en este caso son
los “legos” de la luz, y lo que descubrieron fue sorprendente, pues la
respuesta estaba en pequeños cristales que podían variar en tamaño e
intensidad, y a los que le denominaron “fotónicos”, por obvias razones.
Sin embargo, son más las preguntas que las certezas, y eso
lo sabe bien el doctor en Física Erik Petrovish Navarro Barón, quien puso a
prueba sus conocimientos teóricos para resolver ecuaciones que por mucho tiempo
han tratado de describir estos fenómenos, las de James Clerk Maxwell para el
estudio de las ondas electromagnéticas, y la de Erwin Schrödinger, para la
cuántica, una rama de la física que se abre paso y es fundamental para que la
tecnología vaya a pasos tan rápidos que su impacto en el mundo y la vida cotidiana
sea inevitable.
Según el doctor Navarro, “con los años ha existido un
problema para los cristales, y es que no se ha logrado que átomos, que liberan
energía y por ende luz, puedan ser almacenados en su interior, lo cual
facilitaría que los fotones potencien el dispositivo en el que se encuentran,
ya sea la fibra óptica, el procesador del computador o un láser especializado”.
De cierta manera es como si el dicho popular “no se pueden
ni ver”, aplicara para los átomos, pues cuando están a solo 2 nanómetros de
distancia, la luz que emiten no deja que se comuniquen, pero esto cambia cuando
están al interior de un cristal fotónico.
El investigador determinó que al estar en su interior hay
una interacción que no se había comprobado, y se conservan las propiedades
lumínicas de los átomos; un hito para los estudios físicos y teóricos de estos
materiales, pues si hay intercambio de energía, quiere decir que los cristales
son una capa que permite que los estados cuánticos se manifiesten, es decir,
que la luz que emiten sea el recurso para que la información viaje más rápido
en los dispositivos en los que se almacenan.
Pero usted se preguntará, ¿cómo se crean los cristales
fotónicos?, aunque la respuesta es muy sencilla, el proceso no. Se toma un
material base, que puede ser silicio, germanio o arseniuro de galio, y por
medio de técnicas de litografía (convertir una forma a un tamaño de micrómetros
o nanómetros), se van construyendo capas o laminas diminutas, y encima de ellas
se ponen las indicaciones del tipo de cristal que se quiere obtener y se hacen
los hoyos.
“Esto es importante porque según el tamaño y el orden se
aplicará a tecnologías distintas, y que la velocidad de la luz se controle en
diferentes grados, lo que permitiría que la aplicación esté mejor orientada en
instrumentos como sensores o láseres”, indica.
Añade que aunque en Colombia se han estudiado teóricamente
aplicaciones en sensores, no se cuenta con la tecnología para fabricar los
cristales, por lo que aportar desde el entendimiento y la resolución de
ecuaciones es un precedente para seguir desarrollando esta ciencia en el país.
La investigación se realizó con el apoyo y la guía de los
profesores Herbert Vinck Posada, del Departamento de Física de la UNAL, y
Alejandro González Tudela, del Instituto de Física Fundamental del CSIC
(España).
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