Las nuevas técnicas musicales, en las que se encuentran el sonido y la tecnología, son usadas por mujeres músicas para explorar desde allí una visión de activismo sonoro que expanda la idea de lo que significa ser buen artista sin distinción de género y transgrediendo lo tradicional.
Ana Mora, licenciada en Música de la Universidad de las
Américas de Puebla (México), una de las invitadas a la charla “Exploración y
activismo femenino en el sonido experimental”, de la Facultad de Artes de la
Universidad Nacional de Colombia (UNAL), destaca que salir de los lenguajes
establecidos es un reto especial para las mujeres en la música.
“En algún momento tuve interés por componer, pero no vi a
nadie que lo hiciera, no había representatividad, los instrumentos mismos están
atravesados por el género, y se necesitan espacios que no han existido aunque
las mujeres están presentes”, indica la profesora Mora.
En ese sentido, agrega que, por ejemplo, el movimiento de
ruido o noise de música experimental da una libertad que suele
ser limitada en ambientes académicos y no apunta a lo colaborativo.
“En los últimos años ha habido un aumento en lo colectivo,
en la construcción de espacios, más allá de los eventos, conciertos y
compilados; por ejemplo la plataforma feminista colombiana En tiempo
real y otras de la región como Todo poderosa, Híbridas
y pioneras, y Chingona sound”, indica.
Por su parte la compositora Ana María Romano, artista sonora
y docente, señala que en las lógicas que se establecen en la formación
artística y musical de lo que es bueno y lo que no, lo que es ser artista y lo
que no, aparecen límites y domesticaciones.
“Debemos cumplir esas expectativas y lo primero es
preguntarse por qué nos interesa tanto ser buenos, entrar en ese mundo
parcelado, hasta cuándo nos preocuparán tanto las disciplinas que se rompen en
la vida práctica. Mi interés hoy radica más en si se puede establecer una
comunicación con otras personas desde el paisaje sonoro, el cuerpo, el ruido,
el ciberespacio y la colaboración”, expresa la profesora Romano.
Agrega que “existe una obsesión por brillar, una ‘genialidad’ heredada desde el siglo XIX, en la música encarnada en la figura de hombres blancos heterosexuales, en la que a las mujeres se les enseña a aspirar a eso, no a buscarse dentro y preguntarse qué quieren, si hay compatibilidad con esas lógicas y eso termina lesionando las voces propias, de ahí que se usen otras técnicas como medio de activismo”.
“Las nuevas iniciativas tienen en común que desaparece el
pensamiento jerárquico y vertical, son colaborativas, Internet ha sido una gran
aliada, hay iniciativas de construcción de conocimiento colectivo, procesos de
laboratorio que le dan prelación al proceso por encima del resultado, eso da un
espacio para compartir y debatir, de lo contrario sería una secta, no una
comunidad”, recalca la profesora Romano.
El ruido como estrategia
Para la música Laura Zapata, maestra en Música con énfasis
en Composición, las sociedades han sido atravesadas por colonizaciones, antes
violentas y ahora por el capitalismo, y el lenguaje juega un papel clave en la
construcción social.
“Cuando se rompen los dispositivos de ordenamiento se
resignifican las palabras y se encuentran otras formas de transmitir los
mensajes, como el arte, la música, la espiritualidad y la experimentación con
lo sonoro, se construyen lugares para enunciar y denunciar esas violencias
históricas contra las negritudes, los indígenas, las mujeres, lo LGBTIQ+, las
diferencias socioeconómicas y otras colectividades”.
“Hay una idea de transgredir lo que nos sugirieron durante
años sobre lo que es el arte experimental, contemporáneo y las piezas
transgresoras abren preguntas como qué significa el ruido, palabra que viene
del latín rugitus, o rugir, que significa una perturbación”.
“Hay que interrumpir ideas, conceptos sobre lo bello que se
puede encontrar en lugares insólitos, como por ejemplo las composiciones del
artista italiano Luigi Russolo, quien usó el ruido de las máquinas y la
industria para crear, pero advierte que hay que descolonizarse de la ciudad
hiperproductiva que sigue siendo opresora y repensar la academia musical para
abrirle la puerta a otras formas válidas de ser artista” explica la artista
Zapata.
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