Este fruto, que los indígenas expandieron por todo el continente americano para alimentar a las comunidades y sus animales, se puede convertir en un excelente complemento nutricional para la humanidad en tiempos de escasez
“Recuperar el chachafruto es un reencuentro, una
reivindicación de nuestra cultura y de nuestros antepasados, y es un homenaje a
la naturaleza que nos da estos milagros de vida”.
Así se refirió a este alimento la estudiante de Nutrición y
Dietética Laura Salazar, de la U. de Antioquia, en el conversatorio “¿Qué hay
para comer?” organizado por la Dirección de Bienestar Universitario de la
Facultad de Minas de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) Sede Medellín,
en el cual se presentaron las bondades de este “ingrediente inédito”.
En la sesión también participaron la emprendedora Alejandra
Mejía y el magíster en Psicopedagogía Luis Felipe Monsalve, coordinador de
actividades de Bienestar de la UNAL Sede Medellín, quienes invitaron a
redescubrir y disfrutar los sabores y beneficios para la salud que aporta este
alimento olvidado, pero delicioso y nutritivo.
“Para este semestre propusimos una serie de programas para reflexionar sobre qué y cómo comemos, que invita a conocer y reconocer ingredientes y preparaciones del recetario nacional”, señala Iris Olaya, directora de Bienestar Universitario de la Facultad de Minas de la UNAL Sede Medellín.
Además de presentar alternativas de alimentación a la
comunidad universitaria, este espacio también procura recuperar, conocer y
valorar los alimentos tradicionales, para reivindicar ingredientes ancestrales.
“Todo gira alrededor de tener una alimentación saludable que
sea sostenible y de saber qué nutrientes nos aporta cada uno de estos
ingredientes”, afirma la directora de Bienestar.
Llegó con los incas
Ervirhrina elulis Triana, chachafruto, balú, o fríjol
del árbol, tesoro andino que florece en todo Suramérica, llegó a Colombia desde
Perú con los indígenas inganos, descendientes de los incas que huían de la
guerra y que trajeron semillas cocinadas como fiambre y otras vivas que
plantaban en los caminos, hasta establecerse en Putumayo.
Durante la colonización antioqueña, cuando en sus largas
correrías los arrieros agotaban sus provisiones, cocinaban a modo de fríjoles
las semillas de chachafruto que encontraban en el camino.
Muchos campesinos lo usaban en un “sancocho” con plátano y
yuca para alimentar a los cerdos, y molían las vainas para las vacas. Con
chachafruto se alimentaron generaciones enteras en zonas rurales apartadas,
salvándolas de la hambruna.
También fue sombrío para grandes cultivos de café y ayudó a
recuperar suelos desgastados como abono orgánico, con un importante aporte de
nitrógeno que fertiliza la tierra.
El chachafruto crece silvestre y muy rápido, sin domesticar, brota casi espontáneamente. El árbol puede alcanzar los 14 m, y a los dos años da su primera cosecha, pequeña, para regalar a los seis o siete años una gran producción.
Crece entre los 1.200 y 2.300 msnm en la media a alta
montaña, donde tenga sombrío y agua suficiente, sobre todo en regiones con
buena lluvia (necesita de 1.200 a 2.000 mm de agua por año). También es
ornamental, por sus flores vistosas y coloridas, entre rojizas y anaranjadas.
Sirve de cerco vivo y para fijar la tierra previniendo la erosión.
Superalimento
“Es un superalimento, otro de los llamados ‘frutos de vida’
porque abunda en una naturaleza generosa, se da de manera espontánea en
cualquier sitio, crece silvestre sin que nadie lo cuide, y en temporadas de
escasez era el aprovisionamiento de alimento”, cuenta la estudiante Mejía.
Agrega que quizás por haber recurrido a él en tiempos
difíciles, cuando las cosechas tradicionales no daban fruto o tenían plaga, se
asoció con un fruto de pobreza y se estigmatizó como el “primo pobre del
fríjol”, pero cuando había pocos alimentos suplía necesidades nutricionales.
“En 100 g de chachafruto –unas 12 o 13 vainas o semillas– hay cerca de 23 g de proteína, lo cual es un excelente aporte. También es rico en aporte de minerales como magnesio, fósforo y potasio, importantes para la nutrición humana”, indicó la estudiante.
Su versatilidad permite preparar sopas similares a las que
se hacen con fríjoles, además de bebidas y chichas, arepas y panes, empanadas,
tortas, natillas, coladas, papillas para bebé, e incluso puede comerse solo
como pasaboca con sal o con panelitas dulces.
Para procesarlo se desgrana, se cocina en agua de 25 a 30 minutos y luego se le quita la cáscara. Cuanto más joven mejor es su contenido de proteína, textura y sabor. Se mezcla con leche para hacer dulces o se come solo. Fue el snack campesino por excelencia; en las tardes, sentaban los niños a pelarlo y comerlo.
Las semillas se utilizan como ingrediente base, o mezcla con otros como harina o cereales, para preparaciones dulces o saladas, como masa de pizza, arequipe, dulces, entre otros. La semilla cruda, pelada y tajada, se usa como chachafritas.
En suma, en estas épocas de pandemia, el chachafruto puede
convertirse en un excelente complemento nutricional para la humanidad.
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