Aprender a controlar emociones extremas, como la ansiedad o la depresión, podría ser más llevadero para los niños entre 8 y 12 años cuando se les enseña a expresar lo que sienten y a desarrollar habilidades sociales para afrontar los momentos difíciles.
El periodo entre los 8 y los 12 años representa un momento
de transición entre la infancia y la adolescencia, que tiene características
particulares, como por ejemplo que los padres o cuidadores tienen mayores
expectativas sobre los niños, se les exige mucho más y se espera un mejor
comportamiento; no obstante, en ocasiones se invalidan sus sentimientos.
Luego de entrevistar a 217 padres e hijos, el estudio
adelantado por la psicóloga Paola Andrea Pulido Escobar, magíster en Psicología
de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), encontró que las creencias de
los progenitores o acudientes sobre las emociones mostraron una contribución
significativa y directa sobre la regulación emocional de los niños.
Por eso, en la medida en que los padres desarrollen
estrategias para afrontar los sentimientos de tristeza, miedo, soledad, ira,
asco e incluso la alegría, sus hijos interiorizarán procesos de regulación
emocional más asertivos.
Las variables
El estudio tuvo en cuenta tres variables: las creencias
sobre las emociones de los padres, que son las ideas que tienen sobre sus
propias emociones y las de sus hijos; las reacciones de los padres, es decir,
qué es lo que hacen para acompañar los sentimientos de los menores, y la
regulación emocional, o sea las estrategias que utilizan los padres y los niños
para controlarse ante situaciones de exaltación o profunda tristeza.
Se evidenció que las reacciones de padres y madres ante las
emociones hacen que los niños tengan herramientas adaptativas y desadaptativas
para regular sus emociones.
Las adaptativas generan mayores resultados, como por ejemplo
planificar, pensar en qué pasos se pueden realizar para solucionar la emoción,
evaluar las perspectivas de las situaciones y comparar o darles un reenfoque
positivo a las vivencias.
De otra parte, entre las desadaptativas están la rumiación
–quedarse pensando una y otra vez en algo que ya sucedió–, la culpa, la
victimización, o llevarlo todo a un escenario de catástrofe.
"Estas reacciones generan una regulación poco apropiada,
que no es recomendable para el manejo de los sentimientos de esta
infancia", anota la magíster.
La experta asegura que se deberían aplicar estrategias desde
la paternidad, para que los niños pueden planificar, evaluar y considerar de
manera positiva sus emociones y las situaciones de su vida.
En ese sentido, la psicóloga asegura que es vital que los
padres aprendan a mediar sus propios sentimientos, para luego llevar esas
prácticas a sus hijos.