Cinco fuentes de potencial energético marino en Colombia ayudarían a comunidades costeras aisladas: las mareas, las olas, las corrientes, los gradientes termales –diferencia térmica entre la superficie y el fondo del mar– y salinos, y la energía eólica en el mar.
Así lo
detalla el ingeniero civil Andrés Osorio, director del Grupo de Investigación
en Oceanografía e Ingeniería Costera (Oceánicos) de la Universidad Nacional de
Colombia (UNAL) y director de la Corporación Centro de Excelencia en Ciencias
Marinas (CEMarin), quien recuerda que hace 10 años el 66 % de la electricidad
provenía de hidroeléctricas, el 32 % de termoeléctricas y apenas el 2 % de
energías renovables, cifras que presentan un leve aumento en este último
sector.
El experto
considera que la vulnerabilidad del país por condiciones hidrológicas anómalas,
como el fenómeno de El Niño, que hace que la demanda de energía se incremente
un 3,6 % cada año porque los embalses son insuficientes, hace necesario
diversificar la matriz energética.
No se puede
olvidar que aunque el artículo 23 de la Ley 1715 de 2014 estipula que “la
energía de los mares es el aprovechamiento de las olas, las mareas y el
diferencial térmico de los océanos”, deja por fuera que Colombia es uno de los
países con mayor potencial de generación de energía por gradiente salino en el
mundo. Esta tecnología aprovecha las diferencias entre agua dulce y salada o
una zona con alta y baja concentración de salinidad.
“Una de las
oportunidades de la energía marina es que deja de verse solo como energía y se
conecta a otros usos, como por ejemplo en La Guajira o San Andrés, donde el
desarrollo de energías marinas daría acceso no solo a la energía sino también
al agua potable”, explicó el ingeniero Osorio –doctor en Ciencias y Tecnologías
Marinas– durante la Cátedra Colombia Bioazul: dos mares un país, territorios
por explorar, de la UNAL.
Por la
configuración de la costa colombiana se tienen corrientes de unos
0,7 m/seg, consideradas como bajas, ya que la tecnología actual recomienda
un mínimo de 2 m/seg para que el recurso sea aprovechable.
En cuanto a las mareas baja y alta, en las desembocaduras y los estuarios –como en el Pacífico colombiano– hay varios puntos en Buenaventura y Bahía Málaga donde las corrientes superan los 3 m/seg en momentos extremos. Aunque en un comienzo estos no se priorizaron , ahora, 8 años después de la ley, se está empezando a pensar en ese potencial con el cambio de paradigma hacia el recurso local, ya no una gran central, sino en escala para atender una comunidad, donde sí hay potencial.
Las
investigaciones en las que la participado el profesor Osorio desde hace una
década han identificado que el oleaje sí tiene un gran potencial para
comunidades aisladas.
En algunas
zonas del Pacífico se alcanzan unos 6 kilovatios/hora por metro lineal; como
las olas son altas, se mantienen así todo el año y son zonas aisladas, con bajo
potencial solar por la nubosidad, el oleaje sería un recurso aprovechable en
momentos de sequía de las hidroeléctricas.
Gradiente
térmico y salino
En zonas
del Ecuador se encuentran gradientes de más de 20 grados, lo cual significa que
entre los 500 y 1.000 m de profundidad hay un cambio en unos 5 oC,
y de ahí a la superficie se registran unos 28 a 30 oC.
“Eso es
suficiente para usar una tecnología termoeléctrica, pero a partir del gradiente
térmico se abre la puerta a un potencial de la energía no solo para
electricidad sino para aprovechar las bajas temperaturas del fondo para
enfriamiento, con el agua fría y la energía se puede desalinizar y tener agua
potable en zonas como San Andrés, durante todo el año se pueden tener hasta 18
megavatios de capacidad instalada que llegaría incluso a 40”, dice el profesor
Osorio.
Por último,
explica que en el mundo ya hay desarrollos para aprovechar el gradiente salino
y es clave que el país no solo se dedique a importar esa tecnología, sino que
se desarrollen las capacidades locales.