miércoles, 5 de noviembre de 2025

Acentos del mundo que enseñan en la UNAL

 En la Universidad Nacional de Colombia (UNAL) se escuchan voces provenientes de todos los rincones del planeta. En los pasillos, bajo los árboles del campus, en las cafeterías y los auditorios se cruzan lenguas, miradas y costumbres: las de los más de 751 estudiantes y 94 profesores extranjeros que hoy forman parte de la Institución. En cada palabra pronunciada en otro idioma se vislumbra una historia de viaje, de curiosidad y de encuentro que demuestra que la UNAL también enseña a vivir en un mundo compartido.

Los días en la UNAL transcurren entre lenguas que se cruzan y se confunden. En cada una de sus 9 Sedes los saludos pronunciados con distintos acentos se funden y el mapa del mundo se dibuja en cada conversación. Así, estudiantes de países como Estados Unidos, Alemania, Francia, Italia, Ecuador, Venezuela y Brasil se unen y dejan huella en los senderos del campus reconociendo que la UNAL no es solo un espacio de estudio, sino una forma de hogar.

Así mismo, entre los profesores extranjeros que hoy enseñan en las Sedes hay trayectorias que cruzan océanos y disciplinas. Algunos vienen de laboratorios europeos, otros de conservatorios asiáticos o centros de investigación de países del norte; todos trajeron consigo un acento y una forma distinta de entender el conocimiento.

En sus clases, la puntualidad se mezcla con la improvisación, la teoría con la experiencia, y la distancia con el afecto. Y así revelan que más allá de la lengua, ellos transmiten la certeza de que la educación también es una forma de intercambio cultural, un espacio en donde cada pregunta se vuelve un puente.

Historias que viajan entre pizarras, partituras y acentos

En el Departamento de Matemáticas de la Facultad de Ciencias, el profesor Alexander Sinitsyn enseña con la paciencia de quien sabe que cada fórmula también encierra una historia. El académico llegó de Rusia hace más de 20 años, con un español vacilante y una vocación inquebrantable. “En Colombia encontré una energía distinta, una curiosidad viva. A veces falta rigor, sí, pero sobra ingenio”, señala el docente.

Para él, enseñar Matemáticas en la UNAL ha sido una lección doble, ya que su vida transcurre entre demostraciones y conversaciones que rompen esquemas. En un país donde el reloj académico a veces se retrasa, el docente Sinitsyn aprendió a medir el tiempo con paciencia. Su acento ruso ya forma parte del campus, y sus clases, en las que mezcla rigor y humor, son una ecuación de empatía que transforma cada jornada en una búsqueda compartida del conocimiento.

El académico recuerda que “al principio fue difícil entender cómo funcionaban las cosas aquí, pero los estudiantes siempre me ayudaron: son curiosos, hacen preguntas y tienen una gran apertura. Eso me gusta, porque así también aprendo cada día”. Con el tiempo se acostumbró tanto al ritmo  del país, que hoy ya no se siente extranjero, sino parte de una comunidad que lo adoptó sin condiciones. “Colombia se volvió mi casa”,afirma.

En otro escenario del campus, entre partituras y batutas el japonés Tetsuo Kagehira, docente de la Facultad de Artes, ensaya con la Orquesta Sinfónica del Conservatorio de Música de la UNAL. Las cuerdas se afinan, las flautas buscan el tono, y su voz pausada llena el salón. Desde Tokio el maestro de trombón llegó con la convicción de que la música es un lenguaje universal y sus estudiantes lo admiran por su disciplina.

En cada ensayo enseña cómo aprende la paciencia, el respeto por el otro, el arte de escuchar. “Entre las grandes diferencias de una cultura asiática, donde la disciplina y la jerarquía son esenciales, en Colombia todo tiene ritmo, incluso el caos. La Orquesta y sus más de 80 integrantes son un espejo del país: diverso, intenso, imprevisible”.

“En Japón todo está muy organizado y aquí la gente siente la música de manera distinta. A veces el ensayo empieza tarde o algo no sale perfecto, pero hay una energía que lo compensa”, comenta el docente.

Lo que al principio fueron retos —la falta de silencio, la espontaneidad, el desorden aparente— hoy son para él oportunidades. “En esa mezcla de energía y emoción descubrí una fuerza cultural incalculable, presente en cada uno de mis estudiantes”.

“Al final, cuando el último acorde se apaga y el público aplaude de pie, siento una felicidad que no se puede explicar. En esos momentos sé que la música no solo se interpreta, sino que se vive, se comparte y se celebra”, reconoce el maestro.

Estudiantes del mundo en la UNAL

Desde un laboratorio de Ingeniería Mecánica, de la Facultad de Ingeniería, el estudiante alemán Henri Pilzecker, que llegó a la UNAL para cursar un semestre de intercambio, encontró mucho más que un aprendizaje académico: “hallé confianza, diversión y sociabilidad en cada uno de mis compañeros, con los que hoy vivo y disfruto del campus”.

El español fue su primer reto. Aunque ya había pasado por algunos entrenamientos previos del idioma en su país, Henri recuerda con humor cómo encontrarse con este escenario académico y cultural le permitieron crecer, pues dos meses después de su llegada a territorio colombiano ya se expresa con gran fluidez, se ríe de sus errores gramaticales, y usa sin problema palabras tan colombianas como “parchar”.

“En Alemania todo está muy planificado; aquí el conocimiento se siente más libre”, dice señalando que los escenarios más improvisados, explicativos y participativos le han aportado significativamente a su proceso, y que incluso el mismo campus, con su vegetación y su vitalidad, es un lugar donde las ideas y la vida crecen.


Durante estos meses también ha salido de Bogotá. El futuro ingeniero cuenta que conoció Medellín, el Eje Cafetero y San Andrés, y que esos viajes le sirvieron para entender que Colombia no es solo Bogotá y la Universidad, sino muchas formas de vivir y hablar. Aun así, dice que lo que más disfruta del campus son los verdes de sus alrededores y que pueda tomar clases de baile o ir a los jueves al Freud sin salir de la Universidad. Para él, ese ambiente abierto y lleno de estudiantes ha formado parte del aprendizaje tanto como las materias.

En la Escuela de Estudios de Género, la francesa Anaïs Boucher encontró otro tipo de lección: la del diálogo y la participación. En su país tuvo una formación en lengua española, y en la UNAL cursó un semestre; ahora, desde su país, la estudiante recuerda entusiasmada cómo se imparten las clases en la UNAL: “cada clase tenía presentaciones, debates, ejemplos concretos. Me gustó que los temas se conectaran con la realidad del país”, señala.

Así mismo, indica que asignatura como “Mujeres y conflicto armado” le permitieron reconocer muchos más elementos de la historia, la cultura, las pasiones y los retos de la cultura colombiana, y que en Francia las clases son más verticales: “el profesor habla y los estudiantes escuchan, mientras en la UNAL se conversa. Aprendí mucho de esa horizontalidad”.

Anaïs también asegura que una de las experiencias más significativas de su paso por la UNAL fue conocer de cerca la minga indígena. “Asistir a esos espacios me permitió comprender que la universidad colombiana también es un escenario comunitario en donde el conocimiento se mezcla con la voz de los pueblos y las causas sociales”.

“Me impresionó la alegría, la solidaridad. Incluso en medio de las dificultades la gente siempre sonríe. Extraño las fiestas de los jueves, el ambiente, la calidez. La UNAL me enseñó que el conocimiento también se baila”, destaca.

En cada historia se repite una misma idea: la de aprender desde la diferencia. Sinitsyn traduce la ciencia en empatía; Kagehira transforma la disciplina en melodía; Pilzecker encuentra en la improvisación una fórmula, y Boucher convierte la palabra en un puente entre culturas. Sus experiencias revelan que la internacionalización no se mide solo en cifras, sino además en vínculos.

Al abrir sus puertas a estudiantes y profesores del mundo, la UNAL consolida una comunidad que entiende la educación como un acto de reciprocidad. Cada encuentro, cada intercambio académico, fortalece un tejido que une lo local con lo global. No se trata solo de movilidad, sino de transformación mutua.










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