martes, 21 de octubre de 2025

Cápsulas diminutas potencian el efecto anticancerígeno de la cúrcuma

 Desde hace siglos, esta raíz originaria del sur de Asia ha sazonado guisos y servido como remedio casero por su capacidad para aliviar la inflamación y proteger las células del deterioro. Hoy, su poder curativo se amplifica: una formulación experimental logró que su principio activo —la curcumina— eliminara células de cáncer de cuello uterino, mama y pulmón en pruebas de laboratorio. Aunque los resultados son preliminares, sí revelan el potencial de esta planta ancestral para inspirar terapias más seguras y efectivas.

A lo largo de los últimos años la curcumina ha despertado la atención de la comunidad científica por su capacidad de actuar sobre distintos mecanismos del cáncer. En estudios previos se ha comprobado que puede frenar la multiplicación de células tumorales, inducir su muerte programada e impedir la formación de nuevos vasos sanguíneos que alimentan los tumores.

Uno de los mayores desafíos ha sido lograr que esas propiedades se expresen de manera efectiva dentro del cuerpo, pues cuando la cúrcuma se consume de forma convencional, gran parte la curcumina se degrada en el sistema digestivo o se metaboliza en el hígado antes de llegar a los tejidos donde debería actuar, lo que reduce su absorción y vuelve impredecible su efecto terapéutico.

“Esto pasa porque el compuesto es muy inestable químicamente. Por eso muchas personas la combinan con pimienta, que contiene una sustancia capaz de inhibir las enzimas que la degradan”, explica León Darío Pérez Pérez, profesor del Departamento de Química de la Universidad Nacional de Colombia (UNAL), quien con la intención de proponer una alternativa más estable y con mayor biodisponibilidad, fabricó un “copolímero en bloque”, un sistema de materiales para encapsular fármacos.

Los copolímeros en bloque, base de este sistema de encapsulación, se obtienen mediante síntesis química en laboratorio. En términos simples, son materiales creados al combinar distintos compuestos —naturales o sintéticos— para ajustar sus propiedades y adaptarlos al tipo de molécula que deben proteger. Cada fármaco o sustancia activa requiere estructuras con características específicas que faciliten su encapsulación y liberación controlada.

“Desarrollamos sistemas que se puedan aplicar a productos que ayuden a prevenir el cáncer, y sobre todo que funcionen como formulaciones nutracéuticas, es decir suplementos que acompañen el tratamiento oncológico. El propósito no es crear un medicamento nuevo, sino un complemento capaz de potenciar los efectos de las terapias existentes y hacer más aprovechable el principio activo de la cúrcuma dentro del organismo”, explica el profesor Pérez.

Nanonaves: construcciones diminutas para transportar la curcumina de forma segura

El diseño de estas cápsulas microscópicas, pensadas para llevar la curcumina de manera segura dentro del cuerpo, comenzó con la elección de los materiales. El equipo empleó dos polímeros  ampliamente usados en medicina: el polietilenglicol, soluble en agua, y la policaprolactona, que la repele. La combinación no fue casual, ambos cuentan con aprobación de la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos (FDA), lo que garantiza su compatibilidad con el organismo.

El momento crucial del proceso ocurre durante la nanoprecipitación, una técnica que permite formar estructuras estables a partir de moléculas diminutas. En el laboratorio, los investigadores mezclaron curcumina —una sustancia naturalmente poco soluble en agua— con el copolímero y un solvente. Al entrar en contacto con el agua, las partes que repelen el líquido se agruparon alrededor de la curcumina formando un núcleo protector, mientras las solubles se orientaron hacia el exterior, creando una coraza estable y suspendida. El resultado fueron decenas de cápsulas poliméricas con el compuesto activo resguardado en su interior.

¿Pero es seguro administrar estas diminutas construcciones en un organismo vivo? La respuesta llegó a través de experimentos con ratones de laboratorio. Durante 15 días se les suministraron las formulaciones y se observó su comportamiento, además del estado de órganos vitales como el corazón, el hígado y los riñones. Al finalizar el periodo no se encontraron diferencias significativas entre los animales tratados y el grupo de control, lo que permite concluir que las estructuras desarrolladas no son tóxicas ni generan daños en organismos vivos.

Ya con el perfil de seguridad establecido, llegaba el momento de comprobar la eficacia del sistema. El grupo liderado por el profesor Pérez, en colaboración con el profesor Mauricio Urquiza y su equipo, llevó las cápsulas a los cultivos celulares. Allí enfrentaron sus formulaciones contra algunas de las líneas de cáncer más agresivas, entre ellas las de cuello uterino, mama y pulmón.

Las pruebas de citotoxicidad —que miden la capacidad de una sustancia para dañar o destruir células vivas— arrojaron resultados alentadores. Las cápsulas con curcumina mostraron una acción anticancerígena selectiva, es decir que eliminaron células tumorales sin afectar significativamente a las sanas.

Además, al comparar la concentración necesaria para lograr ese efecto con la reportada para la curcumina libre en estudios previos, se observó una mejora importante. La encapsulación no solo protege el principio activo, sino que también potencia su acción y amplía sus posibilidades de uso terapéutico.

Además de su potencial en tratamientos contra el cáncer, estas formulaciones microscópicas también mejorarían la forma en que se disuelven y absorben otros compuestos medicinales. Su estructura permite que los principios activos lleguen con mayor facilidad a los tejidos donde deben actuar, algo que hoy representa un desafío en muchas terapias.

Según el profesor Pérez, este tipo de sistemas abre la puerta para desarrollar polimerosomas, pequeñas esferas con una doble capa similar a una membrana celular que en su interior pueden contener agua, y en el exterior una barrera capaz de disolver sustancias que no se mezclan con el líquido, como la curcumina. Esta combinación permitiría encapsular al mismo tiempo fármacos con propiedades distintas —por ejemplo, un compuesto natural como la curcumina junto con un medicamento anticancerígeno tradicional como la doxorrubicina— para potenciar sus efectos y reducir efectos secundarios.






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